EL CUCHILLO Y LAS PATATAS

Erase que te era una familia de patatas que vivían en buena tierra de cultivo. Ellas vivían felices y contentas hasta que llegó el día de la cosecha.
Todas las patatas fueron a parar a la casa de un abuelito bastante mayor. Las patatas veían como el cuchillo del anciano cortaba todo tipo de verduras y frutas.
Un día el dueño de las patatas y del cuchillo se murió y se quedaron con las patatas y el cuchillo los nietos del pobre difunto. Al ver que las patatas estaban en muy buen estado las cogieron para disfrutarlas en una buena tortilla de patata. Las patatas se quedaron desnudas por la culpa del cuchillo que les había quitado la ropa. Lo siguiente que hicieron fue meterlas  al fuego. En un momento pensaron que las estaban calentando por quitarles la ropa pero después empezaron a sospechar por el huevo batido. Las patatas fueron tostadas y comidas por los nietos del pobre anciano.

EL CAZADOR DESAFORTUNADO

Hace muchos años, en la villa de San Jorge, vivía un cazador con poca suerte a la hora de cazar. Se llamaba Charli que era el nombre más habitual que había en aquella época. Era fuerte, guapo y tenía muchísimos bíceps. Como os he contado al principio de la historia Charli era poco afortunado en la caza pero él no dejaba de intentarlo.

Un día cuando pasaba por el bosque vio moverse a alguien entre las matas y disparó, pero con tan poca fortuna que le dio a su primo Franco. El muy espabilado fue a mirar si había caído un jabalí y vio a su primo en el suelo.

– ¡Me cagüen la flor del pepino!

– ¿Qué has hecho? ¿Qué te ha pasado?

– ¡Qué me has disparado degenerado!

– ¿Yo? Tú estás loco. Yo he disparado a un jabalí de casi 100 kg.

Charli llevó a el primo Franco al médico y le tuvieron que sacar la bala del rifle. Ya curado, Charli le invitó a ir a cazar con él a Huesca. Y Franco aceptó. Al llegar a Huesca desde el primer momento Franco fue detrás de él por si acaso volvía a disparar y le volvía a dar. Cada vez que Charli disparaba Franco se tiraba al suelo y esperaba unos segundos a que volviera ha colocar su escopeta en la espalda. Y Charli preguntaba:

– ¿Qué haces en el suelo?

– Es que he visto un conejo y quiero ver si está por ahí su madriguera.

Al final del día Charli vio una perdiz y le disparó. Con la mayor suerte del mundo consiguió darle y a partir de ese día Charli descubrió el truco de disparar a los animales. Nunca volvió a fallar un disparo.