Había una vez un león llamado Tontorrón que perdía todas sus cosas. El martes tenía que ir al concurso de dientes. Miraban los dientes para ver quien los tenía más sanos. Ganaba el que tuviera los dientes más sanos y más limpios y brillantes.
Llegó el día del concurso y se alegró mucho porque pensaba que iba a ganar el trofeo y mientras el juez explicaba las normas del concurso él estaba oliendo sus dientes pero no olía nada, sólo olía a saliva porque los había perdido y él todavía no se había dado cuenta. Ahí se dio cuenta y dijo:
– ¡Madre mía, si no me había dado cuenta! No tenía que haber venido a este concurso. Y ahora, ¿qué haré? Tengo que salir de aquí como sea.
De repente viene el juez y dice:
– ¿A dónde vas?
– Es que tengo que ir al baño a hacer pis.
– Date prisa que el concurso está a punto de empezar.
El león le engañó al juez. En vez de ir al baño se fue a casa y de repente, en su puerta vio los dientes y dijo:
– ¡Mis queridos dientes, mis queridos dientes nunca os abandonaré!
Rápidamente se lavó los dientes y fue directamente al concurso y le dijo al juez:
– Ya he terminado de mear.
– Va a empezar el concurso ya- dijo el juez.
Y como los otros leones no se acordaron de lavarse los dientes ganó él, Tontorrón. Ganó el trofeo y dijo:
– ¿Habéis visto dientecillos? ¡Hemos conseguido el trofeo!
Se fue muy contento a casa con su trofeo de oro.