Erase que se era un niño llamado Pedro. Era alto, flaco, feo pero muy estudioso. Vivía con sus padres en Soria una ciudad preciosa de España.
Su deseo era viajar por el desierto montado en un camello y con sus padres. Sus padres le decían que el viaje valía mucho dinero y para poder ir necesitaban ahorrar. Además sus padres estaban en el paro y necesitaban un trabajo porque si no se iban a quedar pobres. Solamente disponían de dinero para vivir un año a no ser que encontrasen trabajo o pidieran limosna.
El padre José era vago pero dijo un día:
– Voy a pedir trabajo en la fábrica de embutidos de al lado porque está cerca y me gusta trabajar ahí. Bueno me voy a preguntar a ver si puedo trabajar ahí, adiós.
La mujer dice:
– Adiós, suerte.
El padre llegó a la fábrica de embutidos y le preguntó al jefe:
– ¿Puedo trabajar en esta fábrica?
El jefe contestó:
– De acuerdo, usted puede empezar a trabajar desde ahora.
El padre dijo:
– ¡Que contento estoy!¡ Ahora mismo voy a empezar!
Estuvieron todo el año preparando el viaje, mirando los sitios por donde iban a pasar, donde dormían, que ropa iban a llevarse, que coche iban a alquilar en Nuakchot y todo eso.
Al cabo de un año la familia tenía suficiente dinero para poder viajar. El padre cogió un vuelo para el 10 de septiembre con destino a Nuakchot. Pedro estaba súper contento.
Ya llegó el 8 de septiembre y muy contentos cogieron las maletas y se fueron al aeropuerto de Garray en Soria y se quedaron a dormir en un banco porque no tenían dinero para un hotel.
Ya llego el 10 Septiembre cuando Pedro y su familia subieron al avión y estaban casi todos los asientos ocupados.
Tras 4 horas de viaje llegaron a su de destino. Allí tenían un Mitsubishi Montero, verde como la hierba. El coche se lo había llevado un hombre de raza negra y con un turbante enrollado en la cabeza .
Se subieron en él y se fueron a ver el desierto; había muchas dunas grandes y muy picas. Mientras viajaban en el coche vieron una palmera muy alta al lado de una charca. Fueron allí y se pararon para beber agua porque estaban bastante desorientados , cansados y sedientos. No sabían para donde dirigirse.
Al lado de la charca encontraron una rosa deshidratada. Su color era marrón como la tierra. Se sorprendieron mucho. Pedro la cogió y la metió al agua para que no se secase y de repente la rosa dijo:
– Muchas gracias por salvarme la vida.
El niño dijo:
– ¡Esta rosa es mágica! ¡Habla nuestro idioma y es muy bonita!
Respondió la rosa:
-¿Os habéis perdido?
El niño dijo:
– Sí
Y ella preguntó:
– ¿Queréis que os indique como se va a un poblado?
La familia dijo:
– Te lo agradeceríamos mucho y te llevaríamos a nuestro jardín que está en Soria con un esplendido sol. Vivirás muy bien, muy feliz, rodeadada de insectos espléndidos.
La rosa les guió hasta el poblado. Una vez allí se la llevaron a España felices y contentos. La plantaron en su jardín. Vivió muy feliz. Colorín colorado este cuento se ha acabado.
– ¿Te ha gustado este cuento, Romaisa?