Érase una vez un hombre que decidió ir al desierto con su camello. Le costó horas y horas hasta que llegaron. Fueron caminando por el desierto y de repente se encontraron una rosa roja como la sangre. Y esa rosa era especial porque les dijo:
– Por favor señor, ¿me podrías regar cada día porque me estoy secando y por las noches paso mucho frio?
El señor, llamado Félix, le dijo:
– ¿Tú eres una rosa especial, verdad?
Y la rosa le contesto que sí.
– Cuando me vaya a mi pueblo llamado Carcastillo, te cogeré y estarás caliente por el día, estarás fresca por la noche y no estarás sola ni yo solo.
Pasaron días y días hasta que llegaron a casa de Félix y vivieron juntos, frescos y felices y comieron perdices.