Voy a contar lo que voy a contar. En 1814 las sirenas vagaban por los mares tranquilos que había por esas zonas. Recapitulemos, todas menos una que estaba llorando porque no tenía cola. La sirena, que estaba muy triste, se dijo que llorando no iba a solucionar nada, así que se fue a hablar con la Bruji, que era fea y gruñona. Ésta vivía en medio del mar. A la sirena le resultó muy difícil ir contando que no tenía cola. Al llegar, la Bruji venía de compras. Bruji le preguntó a la sirena qué le pasaba y la sirena respondió que no tenía cola.
La Bruji reflexionó y le dijo que tenía que comerse un pez moneda, que sólo había dos y, por suerte, se alojaban en una casa de este mar, donde hacían todos los días fiestas y estaba invitado todo el mundo menos la gente a la que le faltaba alguna parte del cuerpo. Cuando llegó, fue a entrar por la puerta de la casa, pero se le cruzó un vampiro diciendo que no podía entrar porque le faltaba la cola. La sirena se disfrazó de pez galleta. Después volvió a la puerta y el vampiro se pudo creer que no le faltaba nada de su cuerpo y le dejó entrar. Cuando entró había mucha gente y encontró una puerta donde ponía «No entrar» y la sirena entró. En ese momento pudo ver uno de esos euros en su boca. La sirena fue a comérselo y así lo hizo, pero lo peor es que le mandaron a la cárcel para el resto de su vida.