Había una vez un perro flaco de color castaño que vivía con su dueña Manina. Mania era flaca. Tenía el pelo negro y era amable.
El perro flaco llamado Plinton Rotermaller tenía un problema: era que no comía lo suficiente. Su dueña estaba preocupada y le dijo:
– Por favor, come si no te vas a morir.
Plinton le dijo:
– No, no me va a pasar nada.
– Mmmmm no te creo.
– Pues créeme- le replica Manina
– ¿Por qué debería creerte?
– Porque soy así
– ¿Cómo que eres así?
– ¿Aún no lo sabes o qué?
– Saber el qué
– Pues que yo soy así.
– ¿Por qué?
– Porque los perros de mi especie no tienen que ser gordos.
– ¡Ah! Ahora lo entiendo.
– ¿Ves?
– Sí… ven aquí mi querido Plinton.
Entonces Plinton se sentía mejor y era más alegre.