EL MILAGRO DE TOBI

El 12 de abril del 2004 me levanté de la siesta y  me encontré al salir de casa a un perrito que en su collar ponía «Tobi». Era un perro marrón, su cuerpo era pequeño y sus patas eran blancas. Tobi tenía  muy mal aspecto, su pelo se le caía y me pedía a gritos que le ayudara. Al cabo de un rato, apareció su dueño que era gordo, feo y tenía mal genio. Yo le pregunté por su nombre y él me dijo que se llamaba Mario, pero, yo noté que no le hacía mucha gracia que yo estuviera acariciando a su perro. Al cabo de un rato, Mario subió a su casa y bajó con una escopeta. Yo me quedé paralizada sin entender lo que quería hacer con eso. Tuve dudas de si pretendía matarme a mí o al perro, pero, al rato entendí que no iba conmigo la cosa. Tobi no paraba de ladrar, su cuerpo temblaba y parecía tener peor aspecto que antes.  Yo empecé a gritar e intenté hablar con Mario y le pregunté la razón por la cual quería matar a ese perro. Él me dijo que su perro no cazaba muy bien y siempre que lo sacaba a cazar iba detrás de él. Por eso quería matar al pobre Tobi. Yo intenté calmar la situación e intenté convencerle de que era un perro muy bonito y que igual con el tiempo llegaría a cazar. A Mario le faltaba poco para disparar cuando yo me lancé hacía él y le dije que si mataba al perro antes me mataba a mí. Él se enfado conmigo y me dijo que le dejara en paz que cada uno hacía con su  perro lo que quería. Yo le dije que me diera a Tobi, que yo iba a cuidar muy bien de él y que nunca le iba a faltar de nada. Mario no dudó ni un segundo y me dijo que le daba igual como lo cuidara, que él lo único que quería era deshacerse de él y por eso no le importó dármelo. Dos meses después, me encontré al dueño y me preguntó por Tobi, algo que no me habría esperado nunca de él. Yo le dije que estaba bien y que parecía otro. Él me pidió perdón por lo ocurrido y yo le perdoné.

EL ANILLO ROBADO

Henry y Susan eran dos hermanos que vivían en un pequeño pueblo de Inglaterra. Henry tenía diez años y su hermana Susan ocho. Los dos se llevaban muy bien. Casi nunca pelaban, no se enfadaban el uno con el otro y siempre se ayudaban. Todos los días, al salir del colegio, Henry esperaba a su hermana para ir juntos a casa para comer. Un día, mientras los dos se dirigían a su casa vieron un cartel pegado sobre  una farola y como tenía las letras tan grandes y llamativas, decidieron  leerlo. El cartel decía:

Dos ladrones han robado un anillo de la familia más rica de Inglaterra y lo han escondido. Este anillo tiene un valor incalculable. Los dueños ofrecen una recompensa de 10.000 libras para quien lo encuentre. Por favor si lo hallan o si saben alguna pista de donde está vayan cuanto antes a la casa de la familia. Gracias”

Los niños arrancaron el papel y se lo llevaron a casa. Cuando llegaron se lo enseñaron a su padre y Henry le decía a su padre que si encontraban el anillo podrían ser ricos, tener todo lo que les faltaba, pero su padre le decía que la posibilidad de encontrar el anillo era una entre un millón y que mucha gente se pondría a buscarlo porque todos necesitan ese dinero. El padre les dijo que no insistieran más porque no iban a encontrarlo.

Después de comer los niños fueron al colegio y mientras esperaban para entrar siguieron dándole vueltas al asunto del anillo. Sonó el timbre y los dos hermanos se fueron cada uno a su clase. Mientras Henry estaba en clase, pensaba como encontrar el anillo, si fuera un ladrón donde escondería un anillo tan valioso. Al día siguiente ya era sábado. Henry despertó a su hermana y les dijo a sus padres que se iban al campo con sus amigos a jugar y que volverían para la hora de comer. Los padres de Henry y Susan no pusieron ninguna pega. Antes de marcharse los dos niños cogieron unas palas del garaje por si surgía alguna pista para encontrar el anillo porque cabía la posibilidad de que lo hubieran enterrado. Mientras todos sus amigos se diviertían Henry estaba sentado en un banco pensando en el anillo.

De repente unos hombres vestidos de negro y con unas palas pasaron delante de Henry. Estas dos personas iban diciendo que estaba muy bien escondido, que esconderlo debajo de la gran R había sido una gran idea, que seguramente nadie lo encontraría allí. Henry, al oír esto, empezó a pensar donde estaría la gran R y qué habrían escondido debajo esos hombres. En ese momento se le encendió la bombilla y entendió todo. La familia a la que habían robado el anillo era la familia Robinson. Los Robinson, al ser la familia más rica de Inglaterra, tienen la primera inicial de su apellido colocada en el monte donde los niños van a jugar. También comprendió que lo que habían escondido era el anillo y que esos dos hombres vestidos de negro eran los ladrones.

Henry cogió a Susan de la mano y se fueron directamente a la gran R. Henry le explicó todo a su hermana y enseguida se pusieron a excavar. Pasados diez minutos, Susan encontró un pequeño cofre. Lo abrió y vieron un anillo de oro con un diamante en el medio. Los dos hermanos se pusieron muy contentos y se fueron rápidamente a su casa. Muy deprisa le explicaron todo a sus padres y todos se dirigieron hacía la casa de los Robinson. Cuando llegaron les abrió la puerta un mayordomo que les preguntó quienes eran. El padre de Henry y Susan le explicó todo y enseguida les dejo pasar. En el gigantesco salón de la familia estaban el señor y la señora Robinson y sus dos hijos: Peter y Eli. La señora Robinson, al ver el anillo, fue corriendo hasta donde estaba la familia de Henry y les agradeció mucho todo lo que habían hecho por encontrarlo. El señor Robinson les entregó el cheque prometido y les deseó que todo les fuera muy bien porque eran una familia muy generosa. Después de eso la familia de Henry vivió feliz y contenta.  

HISTORIA DE LA LECHE EN UJUÉ

Hace mucho tiempo, se consumía en el pueblo leche de cabra y leche de vaca.

Leche de cabra

 En Ujué, hace años, había muchas cabras en las casas y también había cabrerías. Cada familia tenía una o dos cabras que iban solas hasta la cabrería del pueblo y por la tarde volvían a casa después de haberlas paseado el cabrero. 

Tenían cabrería Paco Ayesa, Felix Zabaleta, Romualdo Sendoa, Jesús Alcuaz, Feliciano Alcuaz, Paco Sendoa, Jose Mª Sendoa, Felix Ugalde, Paco Burgui, María Izco, Esperanza Izco, Arcángela Izco y el último cabrero del pueblo fue Manolo Jurío que encerraba las cabras en la cabrería comunal. Fueron también cabreros del pueblo Babil Sola, José Aldunate y Luis Ibáñez Olleta.

La leche se vendía en Ujué, en San Martín de Unx, Murillo el Fruto, Carcastillo y Lerga. El autobús «La Tafallesa»  llevaba la leche en lecheras de metal a Tafalla para venderla. Con la leche que sobraba, se elaboraba queso y del suero o chiricote se hacía el requesón. El líquido que sobraba servía de comida para  los cerdos.

Subastaba hierba el ayuntamiento y los pastores las compraban para un año. En cada hierba había un corral con cubierto y serenau y ahí cerraban las cabras. Se cerraba con una puerta que se llamaba caleta.

En la primavera las cabras parían y cuando más leche daban era en verano. Se ordeñaban por la mañana y se colaba la leche a pozales.

Ahora solo tienen cabras Roberto y Pedro Ramón y sirven para guiar a las ovejas.

Leche de vaca

LECHERAS

LA GARRAFA TIENE 25 L. Y LA LECHERA 3 L.

La leche también se obtenía de las vacas y de las ovejas. La leche que vendían en el pueblo era de vaca. Las señoras iban a las casas donde la vendían a comprarla con una lechera. Había ganaderos de vacas que iban por los pueblos a vender su leche.

Antiguamente  tenían vacas lecheras de raza holandesa:Benito Zoroza, Hipólito Ibañez, Alejandro Sola, Amadeo Sendoa, Ana Ugalde, Josefa Ongay, Nieves Burgui, Antonio Olleta, Pedro Garcés, Teresa Izco, Juan de Dios Garriz, Secundiano Goyén y Josefina Zubiri que fue la última que tuvo vacas lecheras en Ujué.

Cuando una vaca tenía un ternero lo separaban de la madre y la leche que la vaca producía parte se la daban al ternero y el resto  la vendían.

Cuando el ternero se hacía grande lo llevaban a vender a la feria. Cuando la vaca producía poca leche, para obtener más, tenía que tener otro ternero. Esto tambíen ocurria con las ovejas y con las cabras.

Las vacas lecheras solían estar en el campo pero en los últimos años Josefina Zubiri las tenía encerradas en una granja. Al principio las ordeñaba a mano pero luego compraron una ordeñadora eléctrica.

Vendían la leche en sus casas y allí iban a comprarla aunque algunas personas las llevaban a las  viviendas. Por ejemplo,  Ana Ibañez llevó al cuartel de la guardia civil.

En la casa ponían la leche a hervir para quitar los gérmenes. Salía una capa gruesa de nata que se la comían con azúcar entre pan y pan.

Cuando las chicas jóvenes iban a por la leche se entretenían dándole vueltas a la lechera sin la tapa y con leche dentro. Ésta no se caía.

Más tarde hubo otras personas como Eduardo Burgui Clavería y Alfonso Ibañez que tuvieron  vacas para vender su carne. 

LA VIRGEN DE UJUÉ

La virgen de Ujué es muy importante y viene mucha gente a visitarla.

LA VIRGEN DE UJUÉ

LA VIRGEN DE UJUÉ

La transformación de la virgen

En 1160 aproximadamente se talló por primera vez la imagen en un tronco de madera, la lijaron y la pintaron de colores. En el siglo XIV el rey Carlos II mandó cubrir con plata todo el cuerpo excepto las caras y las manos de los dos  y los pies del Niño Jesús. También  mandó poner los escudos de Francia y Navarra en el asiento de la escultura  y la Virgen de Rocamador.  En 1952 se hizo el respaldo metálico,  le colocaron  piedras de colores y en la mano de Virgen la flor de lis.

LA VIRGEN DE ROCAMADOR Y LOS DOS ESCUDOS: EL DE FRANCIA Y EL DE NAVARRA

LA VIRGEN DE ROCAMADOR Y LOS DOS ESCUDOS: EL DE FRANCIA Y EL DE NAVARRA

Estilo artístico

Esta imagen es de estilo románico porque están mirando al espectador la Virgen y el Niño. Si fuera de estilo gótico estarían mirando hacia un lado. La imagen mide 91cm de atura.

Nosotros creemos que la forraron de plata para llamar la atención.

 

EL ESPANTAPÁJAROS QUE NO PODÍA HABLAR

Mi padre un día puso un espantapájaros en el huerto. Al día siguiente  fue a verlo y el espantapájaros le quiso hablar pero no pudo  y eso le entristeció. Cuando se fue mi padre, el espantapájaros se bajó de la estaca y fue a ver a una rana. La encontró y  le dijo la rana:

–   ¿Qué quieres? Te la recuperaré. ¡Pichín, pochón! ¡Ya puedes hablar!

–   ¡Qué suerte! Muchas gracias. ¿Qué puedo hacer por ti?

–   Dame un beso y me convertiré en príncipe.

Y se lo dio y vivieron felices y contentos para siempre los dos.

EL PEQUEÑO OSO PERDIDO EN EL BOSQUE

Había una vez un oso que se llamaba Licho. Un día se alejó de su madre. Por la noche no sabía volver a casa y se durmió. A la mañana siguiente estaba en un circo y la gente le echaba comida. Estaba muy triste. Después de ocho años tenía doce y aún estaba en la jaula. Al final se escapó,  recordó el camino a casa pero cuando volvió su madre estaba enferma pero él con un gran beso la curó y el resto de sus vidas se lo pasaron muy bien. Esto es todo.

LA PICHONA TIENE GATICAS

EL  GATO 002

LA GATA DE LA TÍA PILI TIENE CHICAS

EL  GATO 003

LA GATA DE LA TÍA PILI LES DA LECHE

PARIÓ TRES GATOS LA GATA DE LA TÍA PILI. LA TÍA PILI LOS METIÓ EN UNA CAJA.

AHORA HAY DOS GATOS, LOS CUIDA LA MAMÁ Y LA TÍA PILI LOS CUIDA A TODOS.  EL PADRE NO SABEMOS DONDE ESTÁ.

LA GATA TIENE LECHE Y LOS GATICOS BEBEN LECHE.

LA  TÍA PILI SE VA A QUEDAR CON COLETTE QUE ES UNA GATICA Y LA GATICA QUE SE VA  A  QUEDAR CON NEKANE SE LLAMA NEKANE.

LOS VALIENTES PECES

Hace mucho tiempo, en el inmenso océano, un pequeño pececillo azul llamado Martín encontró al Pez de los Chichones tumbado en el suelo sin moverse.

El pequeño se acercó para ver si se encontraba bien. Martín le hablaba pero el Pez de los Chichones no respondía, entonces fue a buscar ayuda. En ese momento pasaba por allí el Pez Espada y el pequeño animalito le contó lo que estaba sucediendo para que le ayudase. Los dos fueron a visitarlo. Afortunadamente el Pez Espada pudo reanimarlo y el herido les contó que le dolía mucho el estómago y que no se podía levantar.

En menos de unos segundos todos los peces de esa zona formaron un circulo dejando al pequeño pez azul, al Pez Espada y al Pez de los Chichones en el centro. Todos los demás peces que formaban el círculo empezaron a hablar pero el Pez Espada les mandó callar enseguida.

Martín comentó que se podía curar con las algas rojas; pero el problema era que esas algas sólo crecían al otro lado de la cueva de los monstruos marinos. Nada más terminar de hablar apareció el Pez Arcoiris, el pez más valiente de todos. El recién llegado dijo que se ofrecía voluntario para ir a por las algas y Martín se ofreció también. Los dos empezaron a nadar.

Después de unas horas llegaron a la cueva pero ninguno se atrevía a entrar, entonces recordaron la cara de dolor que tenía el Pez de los Chichones y decidieron entrar. Una vez dentro el Pez Arcoiris sugirió nadar muy deprisa para pasar esa parte de la cueva lo antes posible. Martín estaba totalmente de acuerdo así que nadaron lo más rápido que sus pequeñas aletas les permitían. Pasados unos minutos vieron las algas rojas y se abalanzaron sobre ellas como balas. Cada uno cogió un puñado y se dieron la vuelta para marcharse. La idea de pasar otra vez por la cueva les aterraba pero no había otra salida. Al entrar el Pez Globo de cinco ojos, uno de los monstruos de la cueva salió para atacarles pero los animalillos se dieron cuenta enseguida y empezaron a nadar muy deprisa. Por fin lograron salir de ese sitio. Los dos se sentían muy bien al salir con vida, también se sentían bien porque iban a ayudar a su amigo,  el Pez de los Chichones.

Esa misma tarde Martín y el Pez Arcoiris llegaron a donde estaba el Pez de los Chichones y le entregaron las algas rojas. El pez  las masticó y después de unos segundos se levantó y les dijo que se sentía muchísimo mejor. Les agradeció lo que habían hecho por él y les dijo que si alguna vez querían o necesitaban algo que no dudasen en pedírselo. Todos felices y contentos se marcharon a sus casas después de ese día tan largo. Ninguno de los peces olvidará nunca este día tan emocionante.