EL PAJARITO

pajaritoÉrase una vez un pajarito de colores, pico corto y muy pequeño. Estaba con sus padres en un bonito lago. Estaba muy contento porque era de muchos colores, se metía por las ramas  de los árboles y asustaba a los peces del lago.

Un día sus padres y él se fueron a dar un paseo por el campo. El pajarito fue a cazar a otro pajarito y total que era él reflejado en el barro, se lanzó a cazarlo y se manchó de barro.  No le gustó nada porque se secó el barro y se puso duro. Se fue llorando y por el camino se encontró con una cacatúa blanca y azul cían. La cacatúa le preguntó:

-¿Qué te pasa pajarito?

El pajarito dijo:

-Que me he caído a un charco y me he manchado y por eso estoy triste.

La cacatúa le dijo que iría a su casa que le iba a bañar. Cuando habían llegado el pajarito se echó jabón y poco a poco se limpió. Se secó y le dio las gracias a la cacatúa. Se despidieron y cuando el pajarito llegó a casa le vieron sus padres y le dijeron:

– A dormir cariño.

 

 

LA MARIPOSA DE LAS ALAS DE COLORES

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Había una vez una mariposa de muchos colores y preciosa. Tenía muchos amigos en Garate. Un día estaba jugando con sus amigos y aparecieron dos lagartos grandes y verdes oscuros y le dijo uno de los lagartos:

– ¡Como os vea por aquí otra vez os volveré negros!

No volvieron a pasar por ahí. Un día la mariposa pasó por donde estaban los lagartos porque iba a polinizar y se le volvieron las alas negras. A la mañana siguiente la mariposa se fijó que tenía las alas negras,  fue a donde vivía el elfo para que le volviera las alas de colores. Al llegar, el elfo estaba cogiendo flores para sus experimentos y al ver a la mariposa le dijo:

– ¿Qué te ha pasado que tienes las alas negras?

Y le dijo la mariposa :

– Unos lagartos me han puesto las alas negras. ¿Me las pondrías de colores?

Le contestó el elfo:

– Sí, te las volveré de colores .

Se las volvió de colores, y dijo la mariposa :

– Gracias elfo

Y no volvió a pasar por donde estaban los lagartos y vivió feliz.

 

 

 

 

RICHARD HALLORAN Y SUS PIEDRAS

Hace mucho tiempo en una isla de Panamá llamada Alnar, vivía una persona llamada Richard Halloran, era buscador de piedras. Era una isla donde había piedras preciosas, estaba rodeada por valla de alambre para que nadie entrase y le robara las piedras. Un día al amanecer salió a dar una vuelta por su jardín y en la valla vio un agujero y dijo :

– ¡Ha entrado un ladrón de piedras!

Richard entró corriendo a su casa se cogió     el rifle, cerró la puerta con llave y oyó unos ruidos que venían de arriba, subió a ver quien había y se encontró con el buscador de piedras más conocido de Panamá Mark Torrance.

Richard le dijo:

  ¿Mark qué haces aquí?

  Robarte las piedra, jajajaja.

Mark saltó por la ventana del cuarto y se escapó por el agujero de la valla. Se embarcó en un velero   y se fue. Ya no se sabe nada más de Mark Torrance pero la gente cree que se suicidó porque si no iría a cárcel. Pero Richard se hizo más rico y tiene unos guardaespaldas en su casa.

FIN

LA OVEJA PERDIDA

Había una vez un pastor llamado Roberto. Tenía cien ovejas, estaba muy contento con ellas. Un día una de sus ovejas tuvo un cordero y Roberto se lo llevó  a casa hasta que se hiciera mayor. Pasaron dos años y Roberto bajó al cordero al corral y a la noche el cordero se escapó. A la mañana siguiente Roberto fue a buscarlo,  le llamó y le llamó pero no le hacía caso. Pasaron dos días y volvió a buscarlo por Rusiana,   se subió  a un monte y lo vio enganchado  en una zarza,  bajó, lo cogió y se lo llevó al corral. No se volvió a escapar y fue feliz.

EN UJUÉ LLOVÍA DINERO

Érase una vez un pueblecito en las montañas llamado Ujué. Sus habitantes eran pobres y no tenían para comer,  se habían secado los campos de trigo y de avena. Todo se había secado, todo.

Un día todas las nubes se pusieron de colores, y todos las miraban y se preguntaban:

– ¿Qué va a pasar con esas nubes?

Y así se quedaron  muchos días. Un día todas las personas se asomaron  a la ventana y llovía dinero. Todos salieron a por los billetes y  las monedas y  vivieron felices.

LLUVIA DE ALBÓNDIGAS

Como me lo contaron lo cuento. Un precioso día de verano un viejo científico decidió cambiar el mundo con una máquina a la que llamaba “Cambia mundos tres mil”.

¡Ah!, perdón se me ha olvidado presentaros al viejecito.

Al viejecito le llamaban El Emperador porque su nombre no le gustaba por experiencias que tuvo de pequeño. Su nombre real era Peter y era cheposo y regordete, más o menos como yo. Era chistoso y no le gustaba nada que le mintieran. Si le mentían sacaba su pistola de rayos x y le atravesaba la cabeza.

Bueno, a lo que íbamos. Ese mismo día a Peter, perdón, al Emperador le dieron ganas de utilizar su súper máquina y el caso es que se fue a casa con la idea de que llovieran bolas de helado. Cuando le dio al botón para que se cumpliera su deseo, se soltó una de las tuercas más importantes de su máquina y entonces empezaron a caer bolas gigantes de albóndigas haciendo que se destruyeran casas y hoteles. Los habitantes de la ciudad muy enfadados empezaron una huelga contra él y contra su trabajo y, como El Emperador no hacía nada, empezaron a tirar piedras a su casa. El Emperador muy asustado se metió en su guarida secreta esperando a que se fuera la muchedumbre.

Cuando la muchedumbre ya se había cansado se manifestarse decidieron irse a vivir a otro país dejando solo al Emperador.

Ya que el Emperador estaba solo decidió contratar con su dinero a miles de albañiles para que arreglaran todas las viviendas. Y mientras tanto él arregló su máquina.

Al cabo de 8 años los albañiles terminaron y El Emperador estaba retocando su invento. Cuando acabó su Cambia mundos tres mil, la disparó y de repente todas las casas se pusieron brillantes como el diamante.

La pena fue que El Emperador se quedó sin dinero y vagabundeó el resto de sus días hasta que el día veinte de octubre murió de vejez. Los habitantes de la ciudad muy agradecidos por gastar todo su dinero en arreglar sus casas le hicieron una estatua en la plaza más grande de la ciudad y la nombraron “La estatua de la suerte”.

 

EL LEÓN QUE PERDIÓ SUS DIENTES

Había una vez un león llamado Tontorrón que perdía todas sus cosas. El martes tenía que ir al concurso de dientes. Miraban los dientes para ver quien los tenía más sanos. Ganaba el que tuviera los dientes más sanos y más limpios y brillantes.

Llegó el día del concurso y se alegró mucho porque pensaba que iba a ganar el trofeo y mientras el juez explicaba las normas del concurso él estaba oliendo sus dientes pero no olía nada, sólo olía a saliva porque los había perdido y él todavía no se había dado cuenta. Ahí se dio cuenta y dijo:

– ¡Madre mía, si no me había dado cuenta! No tenía que haber venido a este concurso. Y ahora, ¿qué haré? Tengo que salir de aquí como sea.

De repente viene el juez y dice:

– ¿A dónde vas?

– Es que tengo que ir al baño a hacer pis.

– Date prisa que el concurso está a punto de empezar.

El león le engañó al juez. En vez de ir al baño se fue a casa y de repente, en su puerta vio los dientes y dijo:

– ¡Mis queridos dientes, mis queridos dientes nunca os abandonaré!

Rápidamente se lavó los dientes y fue directamente al concurso y le dijo al juez:

– Ya he terminado de mear.

– Va a empezar el concurso ya- dijo el juez.

Y como los otros leones no se acordaron de lavarse los dientes ganó él, Tontorrón. Ganó el trofeo y dijo:

– ¿Habéis visto dientecillos? ¡Hemos conseguido el trofeo!

Se fue muy contento a casa con su trofeo de oro.

 

 

 

EL LEÓN QUE PERDIÓ SUS DIENTES

Érase una vez un león llamado Chimeneo que perdía todo hasta que un día perdió sus dientes y no se había enterado de que los había perdido. Una noche fue a comer carne,  a apartar el hueso con los dientes y como no se había enterado de que los había perdido lo mordió para quitarlo y se hizo mucho daño.

Buscó sus dientes, los encontró en mitad del bosque y se los puso fácilmente porque eran postizos. A partir de ese día decidió ser más responsable de sus cosas y no perdió nada más.

LA PRINCESA Y EL DRAGÓN

 

PRINCESA

Había una vez una princesa que vivía en un castillo. Un día cuando iba de paseo por el campo se cayó y había un dragón que con los lloros de la princesa se despertó y encontró a la princesa llorando porque tenía una herida. Le  dijo el dragón:

  • ¿Qué te pasa?
  • Es que me he hecho daño y ahora no puedo andar. ¿Me podrías llevar volando?
  • Eh, sí

Le llevó volando y se curó rápido y vivió feliz para siempre con su padre. Y colorín colorado este cuento se ha acabado y salió el humo por la chimenea.

EL LEÓN Y EL RATÓN

Érase una vez un león que era un poco tonto. Y un día se encontró con un ratón y se hicieron amigos. El ratón como era muy listo le dijo al león: “Te hago una apuesta a ver quien cruza antes el río” y el león aceptó la apuesta. Cuando fueron a cruzar el río el ratón que era muy listo se montó encima de un pez y cruzó en décimas de segundo mientras que el león que estaba muy gordo se hundía y le costó mucho rato  porque el león no se había enterado que el ratón había hecho trampas.

Cuando llegaron a la orilla del río el león vio que había perdido la apuesta y se puso tan triste que empezó a llorar y al ver el ratón su tristeza le dijo la verdad y los dos se pusieron muy contentos.